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Observaciones sobre la pesca del
pejerrey.
Se aprende mirando. A lo largo de más de 20 años en la pesca, siempre me
dio más resultado mirar, observar y pulir mis errores o aciertos. Y todavía
hoy es así. Es de esta manera y no otra, que uno adquiere su método, su
técnica individual. Su estilo propio, al fin.
Pues la pesca es algo muy personal. Si se vive realmente lo que se hace, y se
trata de pescar y de hacerlo como se siente, cada aficionado pesca de una manera
distinta. Eso se logra, claro está, después de un proceso en el que de
aprender los principios básicos se pasa a un paulatino perfeccionamiento, que
requiere tiempo, paciencia y bastante atención. Yo mismo fui mejorando mis
técnicas a través de muchos años. Hasta que un día decidí que sabía algo
como para poder decir “ahora mando yo”.
Estaba equivocado, sin embargo : Todos los días se aprende y jamás se
dejará de aprender. Hasta el mejor de los pescadores podrá tener más
experiencia cada día, pero nunca podrá saberlo todo. Eso ocurre en cualquier
tipo de pesca, pero más que nada en la del pejerrey.
El concepto de mayor importancia a comprender es que la actividad se practica
en la naturaleza. Y ella, muy sabia en su constante juego de equilibrios, se
encarga a la perfección que no todos los días resultan similares. Se asemejan,
pero jamás son iguales. Puede que soplen los mismos vientos y haya idéntica
humedad, pero la altura de río será otra. O tal vez aquellos tres factores se
mantengan invariables, pero el río o la laguna estarán arrastrando resaca,
presentando una correntada distinta. Puede haber luna llena, cuarto creciente o
menguante…. Absolutamente todo impone diferencias.
Un día, por ejemplo, descubrí que todas las líneas venían a la
par. ¿Por qué? Pensé que debía tirar la mía de manera que pasara aquéllas
o estuviera antes. Porque si arrojaba igual, el pejerrey tendría que ir
sorteando todas las boyitas para ir a picarme en el medio, justamente, a mí. No
era extraño que los dos que estaban en la punta siempre pescaran más: el pez
entra más de un lado u otro, de acuerdo con la correntada. Por lo tanto, yo
tendría que llegar temprano y, si estaba de creciente, ponerme en la punta de
creciente. Así recibiría primero a los entonces peces. Si el río se hallaba
en bajante, me ubicaba en la otra punta.
El éxito de este recurso me enseño que el pejerrey se enfrenta a la
correntada. Si ella corre para la izquierda, el pez viene de izquierda a
derecha, y viceversa. Todo un detalle.
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Por entonces se encarnaba siempre con lombriz o carnada blanca salada. Pero
cierta vez en que todos teníamos pique, uno sacaba y sacaba más que nadie.
Entonces me acerqué a curiosear su carnada. Vi que eran lombrices que se
llamaban “de basura”, bien coloraditas, y distintas a las “ de gallinero”.
Pasé los dos o tres días siguientes buscando lombrices coloradas por las
vías y terrenos baldíos. Hasta que la encontré, cerca de un lugar donde se
tiraban desperdicios. A la mañana siguiente fui a pescar, chocho de la vida,
con dos tipos de lombriz. Fue todo un éxito: el pejerrey grande comía la
lombriz blanca y el chiquito prefería la colorada.
Acababa de hacer otro descubrimiento, mínimo quizá. Tal vez todos los
pescadores viejos lo sabían, pero para mí era una novedad. Mi vida era la pesca….
Continuaron las observaciones sobre la carnada...Pero si hubiera seguido pescando y sólo pescando, no habría podido
observar. Tal vez hoy persistiría en la lombriz blanca y, quizá, pensando que
no podía avanzar más.
Un día detecté que un pescador de la punta
pescaba y pescaba. Seguramente tendría que ver el efecto de la correntada que
ya comentamos, pero…. Esa vez intuí que se trataba de algo más. Me puse a su
lado: cada diez u ocho piques suyos, yo tenía uno o dos. Además, cuando él
levantaba, yo tiraba en el mismo lugar, teníamos idéntico largo de brazolada.
Pero nada: ¡él seguía pescando mucho más que yo¡ La única diferencia era
el color de las boyas. Blanco. Y nunca más me separe de ese color.
Creo que es fundamental: el blanco atrae a los pejerreyes. Pero por sobre
todo, su importancia es psicológica.
Con el blanco estoy seguro de que voy a pescar. Y como en todo esto la
estática juega mucho y la tensión nerviosa se trasmite a través de las cañas
(la fibra y el carbono son excelentes conductores, lo mismo que el nylon), todo
va a parar en la línea. Por lo tanto, el blanco siempre me dio resultado.
Nunca lo cambié, ni encuentro una razón para hacerlo ahora. Quizá cuando
la encuentre, lo cambie….
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Observando tambien aprendi a diferenciar las mojarritas de lomo azul de las de lomo
plateado…… Porque a primera vista todas parecen iguales. Son diferentes, sin
embargo.
Hay tres tipos de gambusias : una es como tamborcito, redondita y
totalmente amarga, Se denomina tosquera u orillero. Después están las
madrecitas, la de tres puntos y la de rayitas, parecida a un surubí muy
chiquitito. La cola de la madrecita de tres puntos es más tupida y ancha, como
un plumerito. Quizás este aditamento es la razón por la rinde mucho más que
sus congéneres. Probablemente esa cola queda muy abierta, recibe mejor la
presión del agua y, por lo tanto, se mueve de manera atractiva: un motivo que
me resulta más plausible que cualquier otro vinculado con colores o brillos.
Sin embargo, la madrecita de cola más recta funciona muy bien cuando el pique
está bajo y, entonces, se usan brazoladas largas. La anterior, de la cola
redondeada, rinde mejor cuando el pejerrey se halla cerca de la superficie.
Probablemente le da mayor movimiento a la brazolada. Esta fue una observación
muy importante, en el río o en una laguna, al ver un pejerrey se trata de
tirarle la línea arriba. Pero tal vez está mirando para el sur y la línea ha
caído al norte. Por lo tanto, tiene la cola en dirección a la boya….
Difícilmente la detecte. Auque apenas bastará moverla un poco para que se dé
vuelta y ataque. De hecho, no es tanto la visión lo que determina el pique,
sino la acción, el movimiento y el ruido. Por supuesto, este razonamiento es
discutible, pero tengo mi teoría. Y creo que funciona. Y a este dato asocio que
lleva un líquido viscoso, verde/ amarillento, de olor dulzón. Es una carnada
muy positiva, tanto en las lagunas como en el río por igual, y enloquece
particularmente al pejerrey de porte mediano.
La propia experiencia, pero
también la ajena, orientan a la hora de buscar nuevos caminos y técnicas. Sin
embargo, no se trata simplemente de imitar.
La emulación lisa y llana es muy
difícil que conduzca al éxito. En tal sentido, nunca recomendaría, por
ejemplo, copiar una caña.
Las cañas son
como un traje o una camisa: se adaptan al cuerpo, a la altura, a la mano del
pescador. De la misma forma en que uno puede tomar los figurines de las revistas
sólo como ejemplo, es imprescindible amoldar los equipos a una acumulación de
circunstancias que los hagan cómodos, apropiados y productivos para uno mismo.
Un pescador bajo, por ejemplo, no puede tirar con una caña de 3,80 metros: la
altura de su vara ha de adaptarse a su cuerpo. Una persona potente puede pescar
con un equipo ídem porque tiene otro sistema de clavada, de pesca, de encarnar,
de tirar y hasta de acomodarse la caña abajo del brazo…. Es que, además, las
habilidades de cada aficionado son muy distintas.
Hay quien toma las lombrices
con la derecha, y encarna con la izquierda. Otros, al revés. Parece una
nimiedad, pero no lo es.
Y tiro con ambas, algo que no es casual en absoluto: aprendí a
lanzar con las dos manos adrede, para ser más veloz en los torneos. Es
frecuente que en una competencia haya alguien a mi derecha y tal vez nadie a mi
izquierda. Entonces, cambio de mano y arrojo enseguida. Gano tiempo: en un
sector en que debería esperar el lanzamiento, poniéndome de zurda tiro igual.
Y cuando tengo lugar de derecha, lanzo desde ese lado. La ventaja de poder
manejar las dos manos es obvia: en cuatro horas de torneo, diez minutos pueden
ser significar tres tiros y representar 3 ó 4 capturas con las que se haga una
diferencia para ganar.
En realidad, cada mínimo detalle es factor relevante a
observar. La forma de conservar la carnada es otro. Hay quienes la trasportan
con hielo y mucho frío, auque la temperatura ambiente sea de 24º C.
Difícilmente logren buenos resultados. La lombriz sufre el calor, por supuesto,
pero los cambios bruscos le son fatales. Sería preferible mantenerla en algo
más templado, sin variaciones abruptas. Si se la pasa repentinamente de 15° C
a 40° C, se achicharra. Por lo tanto, será preferible que se muera alguna en
la encarnadera mientras se las mantiene con algo de humedad. Y así podemos
seguir. ¿El nylon fluó o no fluó? . Personalmente, siempre elegí Nylons
neutros. Sin embargo, hoy tenemos los fluó y los Braide, que flotan y también
son fluorescentes. Por lo tanto, permiten ubicar la línea apenas siguiendo el
hilo. Un par de ventajas nada desdeñables.
Otra respecto a las líneas: si en
un bote, por ejemplo, siempre pesca mejor el que tiene una línea naranja,
probablemente los demás comiencen a pensar que ese dato, a primera vista el
más notable, es el decisivo. Y si bien yo mismo estoy convencido de que las
boyas blancas dan mejor resultado, también insisto en que mucha veces esa
diferencia estriba, sobre todo, en una preconcepción psicológica mas que un
factor real en el cual interactuaría el pejerrey. Entonces, cuando voy a pescar
no llevo 17 líneas como hacen muchos, sino apenas tres: dos blanca y una negra
.
Más importante, entonces, podrá ser el emplazamiento de
la embarcación. A camalote o fondeada, siempre habrá uno y otro lateral. Y de
ambos, uno en el que salga el pescado. Con tres personas en una embarcación, en
el rió o en la laguna, el más grande o robusto será quien maneje el bote: su
mayor superficie corporal hace de vela. Cualquier variación en la posición de
uno u otro cambiara la situación. Entonces, es fundamental tomar un punto de
referencia. Imaginemos la circunstancia: si tengo un pique y clavo, resultara
imprescindible estar viendo para donde tire, tomando como detalle de
orientación un edificio, un árbol, un abra o, en su defecto, otro bote
fondeado. Porque, inmediatamente, me agachare, desencarnare, encarnare, volveré
a tirar, y… Para entonces es muy factible que el punto de referencia
probablemente este atrás. El bote se habrá desacomodado, indefectiblemente,
porque alguno de sus tripulantes se movió y todo se descolocó. Si tal
situación sucediera y no se hubieran tomado antes puntos de referencia, seria
preferible esperar un poco hasta que el bote retorne a su posición. No es un
dato de menor: allí donde hay pique ocurre algo que merece que se vuelva a
tirar. ¿Es importante, entonces, el punto de referencia? La respuesta lo es
siempre, en todo lugar, embarcado o desde la costa, en una laguna, con suerte o
sin ella.
Siempre dije que el pescador mismo revela cómo y con cuánto se debe
encarnar. A veces uno pone una mojarra o dos, pero al levantar nota que el
pejerrey viene tomado apenitas del borde de la boca. Es decir, percibe que esta
picando a los tirones, mal, no franco. Por lo tanto, tiene hambre (cuando abre
la boca para intentar engullir dos mojarras al mismo tiempo, sí que está
hambriento). Sin embargo, es necesario achicar la carnada. Para el siguiente
lance será mejor poner una sola mojarra, y de tamaño acorde con el anzuelo.
Así, se tendrá pique enseguida, más franco y más tragado, con la pesca
prácticamente asegurada.
La sutileza de la carnada ajustada, quizás no tan revelante cuando se pesca
para entretenerse, puede ser un factor decisivo en la competencia deportiva. De
hecho, en el otro extremo, si el pescado viene muy tragado, se perderá
demasiado tiempo en separarlo del aparejo. Y si al emplear dos mojarras se las
ha comido en exceso, habrá que colocar, anzuelos un poquito más grandes. Lo
ideal es traerlo siempre de arriba, como para desprenderlo y descarnar con más
velocidad.
Cuando más arriba anda el pejerrey, más cazador estará. Por lo contrario,
cuando más bajo, más aletargado. La presión atmosférica tiene mucho que ver,
tanto como la fase lunar: con mucha presión o luna llena, el pez habita napas
de mayor profundidad. La carnada, entonces, deberá ser muy tierna y más chica,
al revés cuando está cazando: el engaño tendrá que ser un poco más grande,
pero también más fragmentado, con mayor movimiento. El filet debe cortarse en
trozos alargados, en forma de triángulo, rectángulo o medio rectángulo, con
un lado más finito… A gusto, en realidad. En tales circunstancias, también
es buena idea poner una o dos carnaditas como para tentarlo a cazar. Pero lo
cierto es que con mayor movimiento lo tomará mejor.
Cuando se entrena con vistas a un torneo, el perfeccionamiento en el manejo
de carnadas es muy importante. Se trabaja y estudia para darle vida a la línea:
más vida, más pesca. Es otro principio fundamental. Por otra parte, diferentes
cortes de carnadas hacen que la cantidad de pescado sea muy distinta.
Cuando la especie abunda y pica decididamente franca, el filet del mismo
pejerrey resulta mucho más positivo que la mojarra o cualquier carnada. Porque
es más duro y más brillante, además de volverse más blando cuando más
pescado se saca.
Como se ve, las variaciones pueden ser muchas, pero hay un principio rector:
con mucha pesca, se debe encarnar un poco más de carne. La carnada se va
desarmando de forma pareja, y va quedando más babosa. De esa forma atrae mucho
más el pescado.
Seguimos pasando los viejos apuntes. El puntero es a la línea lo que el
timón a la embarcación. Y sabido es que el buen timonel lleva a una
embarcación en la mejor dirección. De la misma manera, se podría comparar a
la línea con un barrilete: con el tiro justo, no colea; si aquél está mal, el
conjunto comienza a dar vueltas y vueltas, hasta que finalmente entra en picada.
El puntero es el tiro de la línea.
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La dirige y hace avanzar o la retiene. También puede hacerla golpear. Según
la circunstancias, todas estas acciones son tan capaces de provocar la pesca
como de espantar al pez. Un tironeo, por ejemplo, podría tentarlo, tanto como
sacarle la carnada de la boca.
Lo importante es que el puntero mantenga el ritmo del oleaje. Tendrá que
avanzar o aguantarse de la misma manera, con agua quieta o correntada. Si va
corriendo, puntero y boyas deben ir a la par. Pero si el puntero avanza y
tironea la línea, las brazoladas salen de profundidad. Consecuencia: el pez no
come. La situación ideal se da cuando todo el conjunto se mueve en armonía,
entonces hace pescar. Pero si, en el otro extremo, el puntero va atrás,
también tironea, y la pesca se resiente.
El conjunto del equipo y cada una de sus partes, la carnada y la
técnica del pescador, todo, absolutamente todo, debe ser muy funcional.
Particularmente cuando de pejerreyes se trata. Aquí es el hombre quien pesca al
pez y no éste que se prende de la línea.
¿Cómo conocer profundamente los secretos y miles de sutilezas de la pesca
del pejerrey? Observando. ¿Quién no ha padecido una mañana sin pique al lado
de otro pescador que sí lo tiene? Enfurruñarse o irse no es una solución,
sino más bien la manera más necia de perder una excelente oportunidad de
aprender. Hay que comprender qué sucede. Probablemente nuestro puntero está
tironeando, y sacando nuestras brazoladas – largas- de profundidad: el
pescador está más arriba. Y no erra picada. Por ejemplo, si se está
trabajando a 4 mts y tironea, habrá que pasarse a los 3.5 metros. Y entonces pescara perfecto.
Veamos ahora dónde tirar. Una laguna es un ecosistema completo y complejo.
Esta definición que aprenden todos los chicos en la escuela primaria es
importantísima para el pescador deportivo. En un espejo hay mil detalles para
ver, analizar y tener en cuenta.
En el fondo, por ejemplo, pueden haber yuyitos ralos, manchoncitos de
gamburrusa o cola de zorro. Detrás siempre habrá peces. Es allí donde la
superficie del agua se ve lisa y plateada: después de golpear contra las
plantas, produce un pequeño remanso. En el río, el plateado señala los bajos
o banco de tosca o de arena. En la laguna indica la presencia de yuyos, cola de
zorro, gambarrusa o algo sumergido, más bien plano y diferente al fondo que lo
rodea. Muy probablemente los pejerreyes se refugien o acechen detrás de ese
escollo natural.
O no. Pero si ha estado pescando cuatro horas en un lugar (por supuesto, es
una forma de decir) y nunca ha hecho un lance sobre esa quietud, jamás sabrá
si el pez estaba allí o no. Vale la pena intentarlo: dos o tres tiros que den
cuatro, cinco o seis pescados, tal vez impliquen la victoria en un torneo. O
pescar más. Es decir, divertirse más… La decisión, al fin de cuentas,
siempre es de uno…
Porque de aprender todos los días se trata, al fin y al cabo en todos
los aspectos de la vida.
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